#79 Análisis: Esta Máquina Mata Fascistas

04.05.2018

  Cómics con nombres pintorescos y agresivos abundan y entre tal dichosa lista figura "Esta máquina mata fascistas", la historia de un tanque soviético y del hombre que lo armó.

La nota en cuestión incluirá spoilers a partir de este punto:

  Esta Máquina Mata Fascistas es una historia que se empieza a relatar en 2001, pero que rápidamente vuelve a los años finales de la 2da guerra mundial. En este pequeño lapso en el nuevo milenio podemos observar que en Afganistán se encuentra un peculiar tanque, en desacuerdo con la época y lugar, por lo que como bien dije anteriormente, retrocederá la historia para ubicarlo un poco mejor.

  El semestre anterior al fin de la 2da Gran guerra, vemos como Serguéi, nuestra suerte de protagonista (recordemos que el texto habla más del objeto que de su creador) le echa un ojo a su obra. De inmediato, podemos ver que se le escribe en un costado la famosa frase que da origen al título: "Esta Máquina Mata Fascistas". Serguéi confía en que la máquina en efecto hará honor a su "eslogan" puesto que él mismo la armó (es un experto en el tema) y escogió con sumo cuidado cada aspecto del arma.

  Posteriormente, cuando le preguntan por la oración escrita y por qué dice "fascistas" en lugar de alemanes, él explica que no todos los alemanes lo son y que hay más fascistas por matar fuera de tal país, lo que llama la atención de los demás personajes y aspecto que se seguirá viviendo por el resto de la historia.

  En este punto cabe destacar que un aspecto recurrente del cómic es utilizar en la mayor forma posible los tecnicismos y elementos del lenguaje acorde a la época y contexto, como "Stavka" (Gran Estado Mayor Soviético) o "Zug" (Formación de base de un grupo de Panzer) de tal modo que en casi cada pie de página nos encontremos con estos asteriscos y a veces en cantidades plurales. No digo que esté mal explicarlo, pero quizás si se abusó un poco de este elemento, pero es algo meramente subjetivo.

  En las escenas de batallas campales el dibujo no decepciona pero como predominan los combates de máquinas cuadradas disparándose, es fácil perderse. En este aspecto no crítico mucho pero tampoco lo elogio tanto. Posterior a estas escenas de peleas, podemos ver a un Serguéi sereno, pero atento a las cualidades de su arma, aunque bajo ningún motivo amable, puesto que seguirá con su actitud "Dr. House" ante los otros personajes y mencionando que es el mejor constructor de tanques de su equipo, por lo que sería un error moverlo.

  La historia luego se traslada a una escuela de carros donde se nos presentan a los próximos integrantes del equipo que moverá a nuestra verdadera protagonista, revelando un poco sus intenciones y personalidades, pero como dije, poco, no son los humanos los que pesan en esta historia de gundams del siglo pasado. También se mencionan - como es común en esta obra - un poco de manejos básicos de tanques para que el lector entienda las maniobras de los pilotos. Lo que sí es importante, es mencionar que el teniente lee el Corán, aunque él mismo menciona a los demás que solo lo lee, puesto que rezar es lo que está prohibido, lo menciono porque luego esto será un elemento para pasar la trama, algo similar a los parajes de Fallout 3.

  El propio Serguéi aparece en escena y explica un poco más a los tripulantes del 101 (La máquina, duh) aspectos técnicos y metafóricos, lo que provoca que los personajes, nuevos o viejos, sigan siendo incapaz de entender a Serguéi. A continuación, el grupo avanza en una caravana de tanques a su nuevo objetivo y al encontrarse con una matanza en una villa por parte de los alemanes, vuelven a tener conflictos si hay que ser un "defiende patrias" o  bien, "sediento de sangre", donde los menos cuerdos aun aseguran poder entender a la máquina y su legible sed.

  Las autoridades y Serguéi luego encuentran una nota que señala que los tanques "Joseph Stalin" no deben ser combatidos con menos de una sección, demostrando su preocupación por estas armas. Serguéi queda maravillado con el miedo enemigo y se vuelve a denotar lo herido que en el fondo está, al revelarse que solía tener una familia.

  Tiempo después, volviendo a la acción de los tanques, la caravana se ve reducida por una estratégica emboscada enemiga, con tanques atrapados en pésimas condiciones de terreno y otros asediados por equipos anti tanques. La tensión entre los miembros de la misma tripulación se intensifica, con problemas entre la artillería y el desplazamiento. El combate revela que las tienen todas de perder, es más, se neutralizaron todas las otras máquinas aliadas. La dureza del embate se evidencia, hay heridas y pocas soluciones, pero logran avanzar a un terreno más a salvo. No logran generar grandes ataques, pero súbitamente se percatan que se salvaron por los refuerzos polacos.

  Ante la situación, el grupo se tendrá que alinear con otro regimiento. La historia se tensa aún más cuando los soldados pillan al piloto de la máquina cediéndole su propia sangre cuan vampiro para así "alimentarla". El grupo observa la batalla que se libra en Berlín y en eso, Penkine, el piloto donador de sangre, vuelve a susurrarle a su compañera que pronto será alimentada. Y en efecto, allá acuden.

  Ya en Berlín les dan la "bienvenida" con mensajes como "Berlín es alemana" y con advertencias de compañeros sobre lo cruda que es la situación con los nazis escondiéndose en cada rincón. El tanque se ve asediado una vez más, pero esta vez por soldados a pie. Tristemente, el duelo termina con los personajes caídos, aunque asegurando a la máquina. Otro soldado camarada encuentra en el tanque el Corán en un estado dañado y lo bota.

  Tras ese cierre, avanzamos al año 1956. Terminó la guerra, pero no todas las peleas y es en Košice que la historia vuelve a situarse. El sabelotodo del nuevo grupo de jóvenes aprovecha de señalar que los tanques que entran son ahora denominados "T-56" y no "IS-3" porque Stalin ha muerto. Sus mismos compañeros lo molestan con que se intenta pasar de listo. La trama nos vuelve a mostrar a Serguéi, ahora canoso, arreglando su favorita y creando una suerte de vínculo con un miembro del grupo al indicarle que tenían un conocido en común, el difunto padre de uno de los integrantes del equipo había sido amigo de él. Serguéi aprovecha de explicar que siempre están en guerra y que por ello la máquina debe de hacer su trabajo. El guión le da la razón.

  Ya en Budapest del mismo año, otro grupo de tanques avanzan, entre ellos el querido 101. En Budapest se revive un rechazo por parte de los civiles, llamando fascistas a los propios hombres que manejaban los tanques. El grupo intenta hacer un caso omiso a los mensajes y se disponen a avanzar tras una barricada, pero les disparan desde algunos edificios. Bombas Molotov se suman al asunto y los propios tanques continúan con el conflicto. Muertos se ven por el altercado y deciden detener el fuego. Se revela entonces que entre aquellos que habían muerto anteriormente estaban los que habían destruido algunos tanques y a los soldados les ordenan retirarse. Leonid, quien era el hijo del escritor que Serguéi conocía, reconoce el cuerpo del hombre que se encargó de los tanques. Se trataba de otro poeta. Leonid entonces se aleja para quitarse la vida con una bala en la cabeza.

  Otra historia vuelve a cerrarse y de vuelta a Moscú, en 1960, observamos a Serguéi, aún más viejo y solicitando ir a Cuba, con tal de cumplir su cometido de erradicar a los fascistas. No le toma más de 2 páginas llegar a La Habana para que vea como sueltan su preciado tanque sin mucho cuidado desde una grúa, regañando al responsable de utilizar el aparato. Empieza un conflicto físico y termina al instante, con el encargado cubierto de sangre y obedeciendo las ordenes de Serguéi. Serguéi sonríe con una grotesca satisfacción. Entonces conoce a la comandante Teresa Lev Ramírez.

  En este nuevo escenario, Serguéi sigue siendo visto como un sujeto raro por todos, excepto por Teresa.

  Ya al año siguiente, se revela que a Teresa la habían torturado, Serguéi lo deduce de todas formas y encuentra algo similar a él en ella, por tal motivo decide acompañarla en la misión. Durante las fases de planificación estratégica, Serguéi repudia el frenesí que tienen los cubanos, siendo incluso alegre, postulando que solo conseguirán morir por su revolución. Curiosamente, cuando tienen que movilizarse a Playa Larga, Serguéi prefiere ir solo, rechazando la compañía de Teresa, aun cuando tres páginas antes él alegaba que deberían ir juntos.

  Se sumergen en un conflicto igual de acotado (es en serio, no van más allá de una plana algunas peleas y de inmediato se sabe la resolución de las mismas) y se anuncia la victoria de los revolucionarios, viéndose un beso entre Serguéi y Teresa.

  Rompimos sin escrúpulo la escena, tiempo y espacio y avanzamos 19 años en Luanda, ahora siguiendo a Teresa que le informan que han llegado los blindados. El barco Karl Marx (sí, así se llama. Incluso la comandante bromea con ello después) encalla en la playa y con lo justo logran descender los tanques. Entre los tanques se encuentra el famoso innombrable que tan bien conocemos, Teresa les solicita que lo bajen con cuidado, argumentando que está "hechizado". Ahí se percatan que el famoso asesino de fascistas tiene la bomba estropeada, por lo que tendrán que ir a conseguir una al mercado de embusteros, donde es posible encontrar cualquier cosa, pero nunca hay que fiarse. Rápidamente (típico) encuentran justo la pieza que falta, ya que al parecer la han sacado de ahí y piden 50 dólares, Teresa estaba dispuesta a pagarle en plomo, pero le aconsejan que no, porque no saldrían vivos y terminan comprando la pieza.

  En otro punto, vemos a Teresa enferma y añorando el hogar, se mencionan que otras tropas también viven puntos críticos. La comandante se pregunta si realmente sabían dónde se estaban metiendo. Con poca fuerza, decide mover el gran tanque, pero le comunican que está hecho pedazos, que nadie sería capaz de moverlo. Ella menciona que sí conocía a alguien. Súbitamente se ven bajo ataque y un avión hace pedazos todo lo que estaba alrededor de Teresa ¿A ella también?

  Ya en Moscú llega un mensaje por correo que las autoridades no consideran importante. Declaran que un IS-2 es un viejo tanque y que es lógico que esté en condiciones deplorables tras casi 40 años, argumentando que ni siquiera sirve con fines históricos. En otro cuadro, aparentemente el mismo tiempo y lugar, Serguéi escucha "Volga Volga", un tema adorado por Stalin, oyéndole casi en un bucle. Ve la foto de él con una mujer y una niña y sufre un infarto. Se acerca a tomar la foto y esta cae, rompiendo el marco. Vemos el más importante de los flashbacks, tres años antes de que empezara la historia del tanque. Serguéi se entera que tanto su esposa como su hija se han enfermado de Tífus, Serguéi les comenta que cierren los ojos, dándoles la salida fácil a ambas. La figura que recordaba esto yace en el sillón, inmóvil y apagado.

  Volvemos al 2001 en Afganistán, un grupo de soldados se encuentra a más de 3000 metros de altitud un IS-2, se preguntan cómo diablos eso llegó ahí. Aunque el tanque no está operando (y no podría hacerlo dado su estado) los soldados se ven atacados por sorpresa por un francotirador, dejando el tanque quieto. La última viñeta de esta historia revela que aún mantiene la marca del inicio "Esta máquina mata fascistas", con una pequeña frase del Corán que indicaba como Alá guío a un grupo, mientras que otro grupo se perdió por seguir diablos, pensando que eran aliados que los guiarían al bien.

  Si me permiten pasar a lo técnico, tengo algunas críticas, como los usos de los "tiempos" que en papel se podrían entender como las viñetas y páginas, siendo a veces ridículamente corto. A pesar de ser un texto histórico sobre guerra, los conflictos militares terminan inmediatamente, sin dejar mayores espacios a estrategia o acción. Tampoco digo que cada disparo se relate en 39 páginas, pero personalmente creo que se podría trabajar. Lo que sí, a veces este frenesí se siente incluso entre los diálogos entre personajes, cuando se expresan o reflexionan, este detalle en particular me molesta un poco más.

  En cuanto a acción, reitero, no es mala. Las escenas de guerra entretienen, pero no son ganadoras de premios. Siento que en muchas ocasiones uno como lector esperaba ese regocijo de estrategia por sobre dibujos bélicos (digo, los tanques muy rápidos no son y simples tampoco) pero como dije antes, no es malo, sencillamente pienso que se le podía sacar más provecho.

  Pero si tocara la hora de premios, sí, esta obra tiene muchos aciertos. El dibujo en ningún momento flaquea en realidad y el diseño de personajes está bien. La historia te atrapa y el concepto de protagonizar más con la máquina que con personas es original y aunque el autor revela que se inspiró del film Winchester 73, es capaz de otorgarle su propio e intrínseco estilo.

  Por otro lado, el uso de flashbacks, flash forward, concepto histórico y referencias metafóricas le da un toque que te obliga a concentrarte en la historia, destrozándote lo poco de sentimiento blando (porque son tanques) que pudiste construir con las muertes de algunos de sus personajes.

  Después de la historia nos podemos encontrar con notas de los autores revelando detalles técnicos y de donde nacía la idea de armar una historia así. Revelan inspiraciones y aprovechan de hablar de su simbolismo representado en armas, sangre, parajes y palabras. Estas indicaciones adquieren su grado de goce al ver que el tanque no era mera coincidencia, sino que los detalles técnicos (así como sus contratiempos) si existieron y la gente como Serguéi estaba al tanto de ello. Curiosamente, se menciona que de verdad se encontró un IS-2 en Afganistán en el año 2001, sin saber hasta hoy como llegó ahí.

  Pero lo más destacable, es su concepto de paradoja, pues la historia nos presenta como héroes al tanque y a sus gentes, pero este mismo tanque que ayudó a derrocar dictaduras, sirvió para apoyar regímenes, creando una suerte de hipocresía en la concepción de nuestras armas. Las mismas que son heroicas pueden en cuestión de tiempo ser totalmente indignas, volviéndose carentes de causa. El autor finaliza pidiendo una paz a la gente de buena voluntad.

  A modo de conclusión, la historia de la máquina en este cómic destaca por el mensaje, el cómo es paradójico que las armas que salven una lucha, fortifiquen otra igual de mala, enseñando las crueldades de la guerra sin mucho asco. Llegándonos a preguntar como una herramienta viaje tanto, no solo a nivel geográfico, sino que conceptual. Los elementos como la locura de Serguéi, las frases de Teresa y los simbolismos físicos son interesantes, pero el mensaje del autor es potente y claro.

  • - Alejandro "Aco" Durney, El Cucco Sabio.
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